Cuenta la historia de Hervé Joncour, un francés cuyo trabajo era suministrar
huevos de gusanos de seda a Lavilledieu, su pueblo, que se dedicaba en su mayoría a la producción de la seda. En un principio iba en busca de los huevos a Arabia, pero cuando comenzó a extenderse una plaga que pudría los huevos hubo de ir a buscarlos a Japón, cuyas fronteras se hallaban recientemente abiertas después de un par de siglos de aislamiento comercial. Una vez allí conoció a un hombre que accedió a proporcionarle los huevos. Este señor iba además siempre acompañado de una hermosa joven. Hervé se enamoró completamente de ella, y a la vuelta a Lavilledieu no podía pensar en otra cosa hasta el punto que su mujer que se dió cuenta de que algo le pasaba intentó distraerlo por todos los medios.
En una de sus visitas, que se repitieron durante tres años, la esposa del comerciante le ofreció a una sirvienta con la que pasar la noche, aunque el autor nos deja con la duda de si verdaderamente Hervé acabó pasando la noche con ella o con su sirvienta. Además en esa visita ella le dió un papel escrito en japonés. Una vez que llega a Francia se volvió loco hasta que encontró una madamme japonesa que le ayudó a traducirla y descubrió que en la nota ella le pedía que volviese y le confesaba su amor.
Hubo una cuarta visita que tuvo lugar cuando en Japón estalló una guerra civil, siendo la razón principal de esta disputa el estrecho trato que algunos japoneses habían empezado a tener con los extranjeros, lo que les había acarreado la aparición de nuevas enfermedades, el choque ocasional entre culturas, el enriquecimiento de algunos, etc. Por todo esto, cualquier hombre de raza occidental que permaneciese en Japón se hallaba en grave peligro. Aún así Hervé insistió en ir y convenció a los fabricantes de seda para que un año más le financiasen el viaje pero como la persuasión tardó más de lo debido emprendió su viaje con algunos días de retraso. Al llegar a Japón hubo de esconderse y viajar por caminos recónditos lo que hizo que se retrasase aún más. Por fin tras millones de suplicios encontró la aldea cuyo jefe era el comerciante de huevos y este se mostró molesto con su visita pues sabía que el verdadero objeto de esta era ver a su esposa, a la que solo vió de soslayo en la distancia.
En esta ocasión Hervé no consiguió los huevos de este comerciante pero obtuvo algunos de otro comerciante japonés que sin embargo, llegaron podridos o abiertos por los sucesivos retrasos. Ante esta situación Hervé empleó a todo el pueblo en la construcción de unos jardines particulares, para evitar su ruina y entonces recibió una carta escrita en japonés. Rápidamente volvió a ver a la madamme y la carta se reveló como una declaración de pasión un poco extraña, en la que al final la japonesa le pedía que la olvidara. Más tarde se enteró de que su mujer había sido la autora de la carta y la madamme se la había transcrito en japonés pues era una artimaña para que olvidase a aquella chica.
Valoración de Carmen Cuadrado
Este libro no me ha gustado mucho pues considero al protagonista un hombre insatisfecho y además cobarde, puesto que no le era bastante el amor incondicional y sincero de su mujer, a la que aseguraba amar, ni por otro lado fue lo suficientemente valiente haber convencido a la japonesa para huir juntos o haber luchado de algún modo por aquel amor. El resultado de la historia es un hombre medio amargado y solo que no disfrutó del amor porque verdaderamente no quisó e hirió a aquellos que de verdad lo querían.
Valoración de Elena Cintado
En cuanto a mi valoración del libro, ha sido una lectura realmente interesante y emotiva. Destaca la desdicha de Herver, a quien no le bastaba con el amor incondicional de su mujer y se enamoró de aquella joven que le proporcionaba una sobredosis de atracción, intriga y deseo, pero que finalmente vivió sus últimos años de vida solo y compadeciéndose de haberse convertido en un espectador más de su vida y no en el verdadero personaje principal.